2010-08-03

Liburu usikadak - Mordiscos de libro




Un día, en el café Vista Alegre, nos estábamos tomando unos tragos antes de salir para el Sans Souci, donde teníamos un show a las once de la noche. Eso fue en el año..., qué carajo, hace dos mil años, imagínese, uno se podia tomar un café con leche en cualquier esquina de este país. El caso es que Barbarito Diez, que era cuando aquello el cantante de la orquesta, me aceptó una apuesta: como él no tomaba alcohol y comía bien, y no andaba con putas y se acostaba cuando terminaba de trabajar, y yo era todo lo contrario, pues hicimos la apuesta de ver cuánto duraba un negro bien cuidado, como él, y cuánto un negro loco como yo, y el testigo fue Isaac Oviedo. Isaac era de mi edad, Barbarito un poco más chama, cinco o seis años más chiquito, pero yo le regalé la ventaja y, mire, enterré al pobre Barbarito y al pobre Isaac, que se murieron los dos viejísimos, y del Vista Alegre no quedan ni los cimientos, ni el recuerdo..., pero yo sigo aquí, no sé por qué ni para qué... En más de sesenta años tocando en cuanta orquesta aparecía, dándome tragos en todos los bares de La Habana, jodiendo hasta el amanecer los siete días de la semana, ¿se imagina cuánta gente del ambiente conocí?



La neblina del ayer, Leonardo Padura